La materialidad del color con Júlia Esqué

A través de sus proyectos, la diseñadora de producto Júlia Esqué analiza de manera exhaustiva los procesos de los materiales y el color aplicado a los objetos. Su mirada polivalente le ha permitido trabajar con proyectos relacionados con el espacio y con la moda que han dado como resultado productos, a menudo, sorprendentes.

Tus objetos reflejan un estilo muy característico, ¿puedes definirlo?

Creo que es mucho más fácil hablar de cómo ves a otra persona, que hablar de ti misma o de tu trabajo. Pero si tengo que decir algo de mi, me gustaría pensar que mis objetos emocionan y que llegan a los usuarios. Y creo que hay algo constante entre ellos, que es una simplicidad -en el buen sentido de la palabra-, que los hace entendibles por el usuario.

¿Qué representa el color para ti?

Para mí, el color es una herramienta muy poderosa, que te emociona, en donde su percepción varía según la persona que lo ve. De algún modo, el color nos hace conectar con las memorias o recuerdos, con experiencias que hemos vivido. Por lo tanto, el color no es algo plano, sino que se convierte en algo dinámico, que está en constante cambio. Lo podemos ver durante el día y según su contexto, los colores cambian con la luz del día, por ejemplo. Existe un libro de Josefa Albers ‘Interaction of color’, que habla sobre cómo dos colores que a priori se pueden parecer mucho, podemos hacer que sean totalmente distintos, solamente por lo que ponemos a su alrededor.

Tú procesos creativos se caracterizan por una constante exploración ¿Qué importancia tiene el color durante este proceso?

Sí, igual que a la formalización de los proyectos, pasa lo mismo con el color, y me he acercado probando, experimentando y trabajando con las manos. No consigo, ni me interesa trabajar de una manera sistemática. No utilizo ni ruedas cromáticas, ni teorías. Me acerco de una manera intuitiva, a partir de prueba y error. Desde una perspectiva un poco más libre y siempre relacionada con el objeto con el que estoy trabajando.

¿Cómo entiendes el color a través de los materiales? ¿Empiezas por un material o un color específico?

Hay algo importante a resaltar, y es que el color no se puede separar del material. Porque si cogemos un color, y lo utilizamos sobre distintos materiales, el resultado es diferente. El color es el reflejo de la luz sobre una superficie. Entonces, depende tanto de como sea este volumen, además de sus acabados (mate, satinado o brillante) que hace que la luz refleje de cierta forma, y de la misma manera funciona con las sombras.

¿Cómo crees que influye el color en los objetos? ¿Y la persona que los usa?

No te puedo dar una visión filosófica del color, porque no sé suficiente, pero estoy segura que sí que influye, porque como lo mencioné anteriormente, existe esta conexión de los colores con los recuerdos o las emociones. Entonces, sin duda hay influencia.

¿Cuál es tu criterio detrás de la elección o uso del color?

Creo que esta no debe ser una decisión impuesta desde el diseñador, sino que de algún modo deberíamos escuchar al objeto y entender qué es lo que pide este objeto. Todo varía según el contexto o la relación en el espacio donde va a estar. De esta misma manera, se debería tener en cuenta si tiene que convivir con una misma familia de objetos o es un único diseño.

¿Quién es una referencia importante para ti por su uso del color?

Me gusta mucho mirar a la moda y a la alta costura. La percibo como una disciplina súper libre, sin prejuicios y encuentro en ella referencias de distintos diseñadores que me funcionan muy bien. También me interesa mucho el trabajo de Bertjan Pot, un diseñador holandés que trabaja los colores de una forma muy particular. Y después, hay un estudio de un grafista. Se llama Ryan Carl Studio que a partir de prints en serie habla sobre un tema, trabajados alrededor de la interacción entre textura y color. Entonces, vas pasando las diferentes imágenes y ves muy claro el concepto que tiene detrás.

¿Tienes alguna afinidad por un tratamiento de color o un color en particular?

A nivel personal, a mí me interesan los colores que son poderosos, potentes, fuertes, no necesariamente saturados, pero los colores que puedes ver que contienen otros colores dentro. Y más allá de esto, sé qué colores no me interesan tanto. En inglés hay esta palabra que se llama doll, que quiere decir “aburrido, apagado o triste”. Un rojo, por ejemplo, que está apagado o los apastelados no me interesan tanto como los colores vibrantes.

En tu última colaboración con Paloma Wool se destaca tanto el material como el color. ¿De qué manera experimentas con estos elementos?

El proyecto de Paloma Wool fue muy interesante, empezó cuando ya estaba hecho el prototipo de unas alfombras y necesitaba hacer una maqueta para entender cómo iba la trama y la urdimbre -que son las verticales y las horizontales-, y no tenía ningún telar a disposición. Entonces, empecé a hacer unas maquetas con papel y cartulina para entender cómo funcionaría y cómo se podían aplicar diferentes colores y tonos. Cuando lo hice vi que tenía potencial pero estaba limitada porque los colores que podía utilizar eran los que encontraba en las cartulinas o en los papeles. Como resultado, decidí olvidarme un poco de las alfombras y empecé este proyecto para Paloma Wool donde yo creaba unas paletas de color digitalmente, las imprimía y a partir de ahí las trabajé analógicamente, haciendo los traumados.

¿De qué forma influenció tu trabajo y tu estilo vivir en Nueva York?

Nueva York es una ciudad dura, no es muy fácil, es gigante. Laboralmente hay mucha competencia y mucha presión. Yo llegué en invierno y me pasó lo mismo que cuando fui a vivir a Lausanne para estudiar el máster, llegué y la gente me decía “has llegado y hace 30 años que no hacía tanto frío». Entonces, tanto las condiciones laborales, como el frío, me notaba luchando contra viento y marea. Pero por otro lado, aprendí muchísimo. Considero que tuve un muy buen maestro. Sin embargo, cuando vuelves te das cuenta de lo bien que se vive en Barcelona.

¿Crees que el contexto influye en cómo percibimos el color?

Yo creo que sí. Tiene una relación directa con la percepción y cómo conectamos estos colores con recuerdos y experiencias previas. Hay una historia que nunca he llegado a saber si es real o no. Dicen que los Inuit pueden ver más de 80 matices de blanco, y pueden diferenciar entre el color blanco de la nieve, de un oso o de las nubes. Y como están acostumbrados desde pequeños a ver tantos matices de blanco, tienen nombres para cada uno de ellos.

¿Cuál crees que es la diferencia e importancia entre exhibir tus proyectos y que la gente haga uso directo de ellos?

Yo hago objetos para que la gente los use. Entonces, cuando esto pasa, soy feliz.