Joan Gaspar Estudio

Proyecto de interiorismo por Twobo

Después de presentar la colección Ringo en el nuevo estudio de Joan Gaspar, teníamos curiosidad por conocer más el espacio y entender cómo fue el proceso de diseño que el estudio de arquitectura Twobo realizó. Por eso les entrevistamos.

Sabíamos que sería interesante, pero no sabíamos que lo sería tanto.

Un cuadro renacentista, una serie de maderas recicladas del antiguo showroom de Marset en Barcelona o un pozo son algunos de los elementos protagonistas de esta historia, que ha sido un placer descubrir de la mano de sus autores.

Para empezar, habladnos un poco del proceso y de la relación con Joan Gaspar.
¿Es más difícil trabajar para un diseñador que para otro tipo de cliente?

No, al revés, es más sencillo. Hay un lenguaje compartido y, sobre todo, conceptos que ya no hace falta explicar: escala, composición, textura… Al mismo tiempo, hay una exigencia mayor, claro.

Con Joan hay una relación de confianza. La que él puso en nosotros al editar la lámpara MVV de nuestro abuelo Manuel Valls Vergés, socio de Coderch en su estudio de arquitectura, y la que nosotros depositamos en él y en sus decisiones. De esas conversaciones y visitas fueron surgiendo afinidades que, con el tiempo, se han convertido en dos proyectos.

Además, hay algo curioso: a Joan le encanta la arquitectura, la entiende, y bromea con la idea de venir algún día al despacho como “becario”. Y a nosotros nos pasa algo parecido con el diseño: nos gusta, y nos acercamos a él de forma más tangencial, a través del mobiliario o las lámparas.

¿Qué le gusta más a Joan de vosotros y qué os gusta más a vosotros de él?

Nos gusta la confianza y las ganas que pone en las cosas Joan, él nunca va a medias con sus proyectos y eso ayuda a tener las cosas claras. Cuando trabajamos juntos nos llama cada día, es como tenerlo en casa. Esta involucración hace que el proyecto esté hecho a 8 manos ( 6 en Twobo más las suyas) Es una conversación constante, con giros de guión inesperados, como ocurrió con el reciclaje de unas maderas del showroom que Marset tenía en Barcelona para este estudio.

¿Cuál es la forma en que os gusta trabajar? ¿Tenéis una metodología o afrontáis cada proyecto de una manera diferente?

Más que una metodología hay una insistencia.

Por un lado, queremos entender a fondo el lugar donde trabajamos: su historia, la materialidad. Que nuestra llegada no represente un corte abrupto, sino que respete lo que ya existe.  Siempre hay algo más importante que uno mismo. Es, quizás, una forma de respeto.

Pero el respeto tampoco puede ser un freno, como pasa con la excesiva buena educación. Hay que añadirle la parte intuitiva, ese lugar que se mueve más con la mano, el gesto y que en el despacho elaboramos con muchos croquis y maquetas. De ahí aparece lo que no es tan evidente, aquello que muchas veces se esconde o no se deja ver.

¿Cómo era el espacio antes de vuestra intervención? ¿Cuál era su uso?

El espacio era prácticamente igual, la gracia de este lugar es que la magia ya estaba allí, simplemente no había que arruinarla. Cuando llegamos habían empezado a hacer una reforma pero sin acabarla. El conjunto era muy crudo, con la piedra y ladrillo originales vistos y unos suelos bastos de hormigón donde sobresalían tubos de instalaciones…

Anteriormente Joan nos dijo que había sido parte de una cisterna de aguas de la parte alta de Barcelona, y creemos que uno de los espacios, el office, era el pozo por donde se llenaba.

¿Qué handicaps presentaba el proyecto y cómo conseguisteis superarlos?

Era un semisótano con una planta muy irregular, casi laberíntica, como si los espacios se hubieran unido al azar. A Joan eso no le importó demasiado. A veces, la claridad absoluta borra las dudas, y dudar —en nuestra profesión y en la suya— es bueno. Es donde aparecen los desvíos interesantes. En línea recta se encuentra poco.

La distribución refleja esa idea de perderse. Solo hay que ver cómo se mueve Joan de su despacho al taller de maquetas.

El proyecto destaca por la utilización de materiales diversos y por el contraste entre regularidad e irregularidad de las formas.
¿Por qué habéis llegado a estas soluciones?

Lo irregular ya estaba, y estaba bien. Al estar enterrados, algunos muros tienen humedad. Le dijimos a Joan que para eliminarla habría que taparlos, y decidimos que era mejor dejarlos como estaban, sin tocar. Así, lo nuevo no toca las paredes antiguas, les deja respirar.

Aprovechamos unas maderas que Joan encontró del antiguo Showroom de Marset en Barcelona y que estaban desmontando para reformarlo. Esas maderas eran perfectamente rectas y no tenía sentido adaptarlas a las formas del local, así que construimos unas ”alfombras” rectangulares de madera que encajan en los espacios pero sin tocarlo, dejando ese aire que decíamos necesitan las paredes para respirar, estos huecos además  permiten pasar instalaciones y proteger la madera de la humedad. Para permitir acceder a las instalaciones tapamos estos huecos con gravas oscuras evidenciando aún más la separación entre las alfombras.

Esa idea de cruzar, de pasar de un lugar a otro, es importante. Cada espacio empieza y termina en un sitio distinto, y eso recuerda a ciertos gestos de la cultura japonesa, a la que siempre vale la pena rendir un pequeño homenaje.

Un cuadro os ha servido de inspiración para el proyecto.
¿Nos podéis contar un poco sobre esta historia?

Es un cuadro bastante famoso de Antonello da Messina, un pintor del renacimiento italiano. En la imagen se ve a San Jerónimo en su estudio, que se sitúa dentro de una gran catedral.

Es un cuadro con un evidente juego de escalas, el estudio está hecho de madera y se coloca como un gran mueble sobre la arquitectura gótica de la iglesia, es como una casa dentro de otra. Este gran mueble tiene estantes, escritorios y cajones donde guardar los manuscritos y los objetos del santo. A San Jerónimo siempre se le representa vestido de rojo y rodeado de animales, en concreto de un león.
Joan tiene un beagle llamado Lupa y no le hemos visto vestido de rojo.

Pero el resto del ambiente es, podríamos decir, “parecido”: un personaje en su escritorio de madera, concentrado, con todos sus objetos a su alrededor al alcance de la mano.
Un pequeño mundo de madera dentro de otro mayor de piedra.

Uno se toca, y se usa -la madera- y el otro deja espacio a  algo más difícil de contener,  los pensamientos, por eso los techos altos ayudan.

¿Cómo definiríais la luz del espacio?

Es un gradiente, una transición de luz a oscuridad. Como en una cueva. Solo hay una fachada iluminada. Hacia esa fachada se colocan los espacios de trabajo; hacia el interior, el taller de prototipos, el office, el almacén. Hay una polaridad constante entre lo interno y lo externo.

Joan ha dejado el exterior y las terrazas como dos pequeños oasis.

En cuanto a la luz artificial la clave era la versatilidad, que Joan pudiera cambiarla fácilmente y que todo el espacio fuera un taller de pruebas. Por eso las instalaciones están a la vista, son de fácil acceso y modificables.

En el debate entre luz técnica y luz decorativa, ¿dónde os posicionaríais?

Para nosotros, sobre todo en los proyectos de vivienda la luz es un habitante más de la casa, y como tal tiene su personalidad y ocupa un espacio… a veces necesitas a un personaje discreto, a veces a alguien llamativo o simpático.

De todas los diseños de lámparas de Joan, ¿cuál es vuestro preferido?

Pues somos tres y no nos ponemos de acuerdo.

Alberto: La bohemia, sin duda, y de pie, la jaima
María: La polo la teníamos en casa sin saber que era de Joan, la compramos en Vinçon.
Pablo: La ginger en suspensión y el plaff-on

¿Cómo creéis que va a impactar este nuevo espacio en el trabajo de Joan? ¿En qué elementos va a encontrar inspiración?

Espero que, saltando de una alfombra a otra, entrando al office que es como una pequeña capilla en miniatura, chutando de vuelta alguna piedra a su sitio o notando el polvo que van soltando las paredes originales… La arquitectura no ha de ser siempre fácil y perfectamente limpia. Decía Paul Valery hablando del estudio de Degas que allí era el lugar donde la luz y el polvo eran felices.

Del estudio de un diseñador al de un pintor no hay tanta diferencia.